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En lugar de educar (segunda parte)

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En la primera parte del primer capítulo de su libro En lugar de educar, publicada anteriormente en nuestra página, John Holt (1923-1985), el gran pensador norteamericano de la educación no escolarizada y el padre del movimiento homeschooler, nos habla de el “hacer” en oposición al concepto de “educar”. Continuamos la entrega de este maravilloso escrito,  su más radical y directo reto al status quo de la educación y un llamado dramático a que los padres salven a sus hijo de todo tipo de escuela.

 I

Hacer, no “educar”

(Segunda parte)

 

Por “hacer” no me refiero solamente a cosas que se hagan con el cuerpo, con los músculos, con las manos y algunas herramientas, en a diferencias de aquellas que se hacen solo con la mente. No trato de separar o poner en oposición lo “físico” y lo “intelectual”. Tales distinciones son irreales y dañinas. Solo como palabras la mente y el cuerpo se pueden separar. En la realidad son una sola cosa; actúan juntas. Así que por “hacer” me refiero a acciones tales como hablar, escuchar, escribir, leer, pensar, inclusive, soñar.

El punto es que quien hace, y no otro, es quien decide los que hará, escuchará, leerá, escribirá o pensará, o sobre qué soñará. Es él quien está en el centro de sus propias acciones. Las planea, las dirige, las controla y las juzga. Y lo hace por sus propios propósitos-lo que por supuesto incluye un propósito común con otros. Sus acciones no son ordenadas ni controladas desde afuera. Le pertenecen, hacen parte de él.

El mejor lugar, el único verdaderamente bueno, para un “hacedor” es una sociedad que aún no existe. En esa sociedad todos, sin importar su edad, sexo, raza, etc. podrían tener trabajo para hacer y este sería variado e interesante; retaría y premiaría sus habilidades y su inteligencia; y todos podrían hacer bien su trabajo y sentirse orgullosos de hacerlo bien; y podrían ejercer cierto control sobre él y entenderían y respetarían sus fines y propósitos. Hoy en día muy pocas personas se sienten así con respecto a lo que hacen-solo un reducido número de artistas, artesanos, especialistas, profesionales, y unos pocos más. Más allá de esto, todos se sentirían-como pocos lo hacen ahora-que lo que piensan, quieren, dicen y hacen haría una diferencia en sus vidas y en las vidas de quienes los rodean. Y con la política ocurriría lo mismo que con sus trabajos. Los funcionarios elegidos serían servidores públicos y no pequeños reyes y emperadores. Todos le darían forma y controlarían la sociedad en la cual viven en lugar de ser transformados y controlados por ella. En una sociedad así nadie se preocuparía por la “educación”. Todos estarían ocupados haciendo cosas interesantes que importan y al hacerlas sería cada vez personas más informadas, competentes y sabias. Aprenderían sobre el mundo al vivir en él, trabajar en él, al transformarlo y al conocer una gran variedad de personas que hacen lo mismo. Pero por ahora esa sociedad no existe en ninguna parte del mundo, y nadie la está construyendo. A excepción quizás de sociedades demasiado pequeñas y primitivas como para sernos útiles, no tenemos modelos que seguir; debemos inventar y diseñar una sociedad así por nosotros mismos. Ni en los Estados Unidos, ni en ningún otro país que conozca, hay más de un puñado de personas pensando y hablando seriamente de como sería una sociedad así y cómo podríamos hacerla. Los que la gente discute, por el contrario, es sobre crecimiento, eficiencia y progreso, y sobre cómo es la mejor manera de seleccionar y dar forma (“educar”) a los seres humanos para utilizarlos para esos fines.

Este no es un libro sobre la sociedad del “hacer”, o sobre cómo sería. Es suficiente decir que sería una sociedad cuyas herramientas e instituciones serían muchos más pequeñas en escala, al servicio de los seres humanos y no servidas por ellos; una sociedad modesta, ahorradora en el uso de su energía y materiales, reverente y amorosa en sus actitudes hacia la naturaleza y el mundo natural. Este es un libro sobre cómo hacer nuestras sociedades un poco más útiles y vivibles para los “hacedores”; un libro sobre los recursos que pueden ayudar a algunas personas, por lo menos, a llevar vidas más activas e interesantes-y, quizás, a crear los principios, o pequeños modelos de una sociedad del hacer. No es este un libro sobre cómo solucionar o manejar problemas urgentes como la pobreza, el desempleo, la discriminación, la explotación, el desperdicio y el sufrimiento. Estos no son problemas que tengan que ver con la educación o la escuela. Estos no han sido ni pueden ser solucionados con la escolarización obligatoria y no serán solucionados cambiando la escuela (o aún acabándola por completo). Lo máximo que puede ocurrir, una vez liberados de la ilusión de que la escuela puede solucionar estos problemas, es que empecemos a confrontarlos directa, real e inteligentemente.

 Ir a la tercera parte.


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